Cómo validar nuestras emociones a pesar de las creencias limitantes

Cómo validar nuestras emociones a pesar de las creencias limitantes

En ocasiones, gestionar nuestras emociones puede ser todo un reto. Las experiencias vitales nos hacen viajar en un sin fin de vaivenes emocionales, de múltiples intensidades y valencias. Lo normal, es que para gestionar nuestras emociones nos guiemos por nuestras creencias. A veces, no somos conscientes de que estas creencias pueden estar «sesgadas» o influenciadas por múltiples factores, y que esto puede estar afectando negativamente a nuestra capacidad de gestionar las emociones.

Esta situación puede llevarnos a invalidar nuestros sentimientos, a no tenerlos en cuenta y, por tanto, dificultar su regulación. En las próximas líneas, te invitamos a reflexionar sobre el impacto que pueden tener las creencias limitantes en la gestión emocional y, por tanto, las dificultades que pueden surgir a la hora de actuar. También te compartiremos algunas ideas sobre cómo gestionar esas creencias y conseguir desarrollar una relación más sana con nuestras emociones y, por tanto, con nosotras mismas y con las demás personas de nuestro entorno.

¿Qué son las creencias limitantes? 

Las creencias limitantes son esos pensamientos construidos a través de la experiencia, que hacen interpretar la realidad de una manera que limita tu desarrollo potencial, e impide que alcances aquello que deseas. Una creencia limitante es algo que se manifiesta en el estado de ánimo o algo que crees de ti mismo/a que, de algún modo, te condiciona

Existen diferentes tipos de creencias limitantes que podemos categorizar en creencias limitantes de capacidad, de posibilidad o de merecimiento.

  • Creencias limitantes de capacidad: ¿Seré capaz? Se pueden manifestar en pensamientos como estos: «No soy una persona inteligente», «Me pongo nerviosa/o al hablar con personas desconocidas», «Nunca sabré hablar bien el inglés a nivel profesional».
  • Creencias limitantes de posibilidad: ¿Es posible? Se pueden manifestar en pensamientos como estos: «No tengo dinero para tomarme unas vacaciones», «No tengo tiempo para estar con mi familia», «Conseguir un buen puesto hoy en día es complicadísimo».
  • Creencias limitantes de merecimiento: ¿Me lo merezco? Se pueden manifestar en pensamientos como estos: «Con mi pasado no tengo derecho a ser feliz», «No merezco que me quiera tanto», «Como no estudié cuando era joven, ahora debo conformarme con trabajos esclavos».

¿Cuál podría ser el impacto de estas ideas en nuestra regulación emocional? Veamos este ejemplo, si pensamos que la tristeza nunca debe experimentarse o que sentirnos tristes es un signo de fragilidad, podemos intentar cortar nuestros sentimientos, no permitir conocer su funcionamiento y, por tanto, limitarnos en la forma de afrontarlos. Esto puede provocar sensaciones de malestar o depresión. Sentirnos tristes o experimentar cualquier otra emoción de valencia negativa es normal, es parte esencial en la vida. Por tanto, si es natural que surjan estas emociones ¿por qué las invalidamos y nos negamos a experimentarlas? Comprender que forman parte de cada persona es importante para aceptarlas y poder aprender a vivir con ellas, de la misma forma que vivimos con las emociones “positivas”. 

Una idea equivocada que suele estar presente en nuestras relaciones, es que somos responsables de los sentimientos de otras personas. ¿Cuántas veces nos hemos sentido culpables por el sentir negativo de alguna persona? ¡Incluso sin haber hecho nada malo! Ante esto, ¿realmente queremos tanto poder de influencia?, ¿nos corresponde llevar esta mochila de culpa ante emociones que no son nuestras? Es importante validar la emoción de la otra persona al mismo tiempo que podemos invitarla a aceptar la responsabilidad de su propia emoción para que también ponga en marcha sus propios recursos para gestionarla. No podemos controlar cómo se sienten otras personas pero si que podemos acompañarlas en el proceso. Al cuestionar las creencias limitantes, nos damos la posibilidad de construir una mayor comprensión de nosotros y nosotras mismas y del mundo que nos rodea, conduciéndonos hacia una mayor prosperidad emocional. 

Otros ejemplos de Creencias Limitantes podrían ser:
  • Si me equivoco, seré un fracasado/a.
  • La gente consigue cosas por suerte (no tiene que ver el esfuerzo)
  • No sirvo para nada, me merezco lo peor.
  • Hay cosas que simplemente no pueden ser.
  • Debo pensar en los demás primero, aunque esto me perjudique.

¿Cómo afectan las creencias limitantes a la regulación emocional? 

Estas creencias pueden influir considerablemente en nuestra manera de regularnos emocionalmente. Pensar de una manera inadecuada sobre nuestros sentimientos puede facilitar que no los tengamos en cuenta como se merecen, que los invalidemos y dificultar una gestión eficaz. Por ejemplo, sentirnos infelices podemos interpretarlo como un signo de vulnerabilidad y podemos “caer” en reprimir nuestras emociones en lugar de permitirnos transitarlas. Paradójicamente, este intento por controlar la emoción puede provocar un aumento de la angustia y de poder para gestionarla, ya que no estamos procesando adecuadamente nuestras emociones. 

Algunos de nuestros mecanismos de afrontamiento que resultan poco útiles o satisfactorios pueden estar causados por estas creencias. Por ejemplo, percibir el consumo de alcohol como el único método para afrontar el estrés puede invitar a no buscar otras alternativas más sanas. Consecuentemente, puede conducir a entrar en una espiral de sentimientos y comportamientos contraproducentes y empeorar el problema. 

Además, las creencias limitantes pueden dificultar la búsqueda de ayuda profesional. Creer que buscar terapia psicológica es un signo de debilidad o que deberíamos ser capaces de gestionar nuestras propias emociones puede llevarnos a evitar buscar ayuda, a pesar de los beneficios que se pueden encontrar. Esto puede conducir a un estado prolongado de angustia y a una falta de progreso en nuestra experiencia emocional

El poder de una creencia

Las creencias tienen un poder extraordinario, que es el condicionamiento. Es decir, las creencias dirigen los pensamientos y por tanto tienen la capacidad intrínseca de condicionarse. Si se cree que “todo va a salir mal“ se augura un futuro bastante negro. Una creencia puede llevar al cumplimiento de una profecía tal y como nos contaba Virginia Morante en el “Efecto Pigmalión” (2014), “Aquello que siente que puede pasar, puede terminar pasando. Creer es poder”. Una creencia limitante puede bloquear y no permitir llevar a cabo acciones que son totalmente lógicas. Pero del mismo modo, una creencia potenciadora puede llevar a alcanzar los retos más imposibles.

La importancia de ser flexibles ante el cambio 

Una mentalidad poco flexible puede suponer un gran impacto en nuestras emociones, pudiendo llevarnos a la invalidación emocional. Esto puede ocurrir cuando nos aferramos a falsas creencias sobre nosotros y nosotras mismas y el mundo que nos rodea, no dándonos la posibilidad de adaptarnos a nuevas situaciones y experiencias y, por tanto, poder crecer o ampliar la mirada del mundo que nos rodea. Este tipo de pensamiento puede dificultar que reconozcamos y aceptemos nuestros sentimientos, provocando así un mayor malestar emocional. Por otra parte, poder disponer de una mayor apertura de pensamiento, más flexible, puede tener resultados beneficiosos para nuestro bienestar emocional, ya que nos permite abrirnos a nuevas posibilidades y ver nuestras emociones como algo propio y válido de nuestras vidas. Nos legitimamos en nuestro sentir. 

Además, esta forma de afrontar la vida puede ayudarnos a gestionar mejor nuestras emociones. Cuando somos más flexibles en nuestra forma de pensar, somos más capaces de regular nuestros sentimientos y responder a ellos de forma más eficaz. Esto puede ayudarnos a aumentar nuestra sensación de control y reducir el sentimiento de frustración y el sentirnos atrapados en nuestras emociones negativas, lo que en última instancia conduce a un mayor bienestar emocional. Así pues, es importante el trabajo para poder desarrollar una mentalidad más flexible y de apertura para fomentar la resiliencia emocional y reducir el riesgo de invalidación emocional. 

El impacto de las creencias limitantes en la toma de decisiones

Las creencias limitantes pueden tener un efecto perjudicial en nuestra regulación emocional, reduciendo la capacidad para tomar las decisiones necesarias para afrontar y gestionar las dificultades. El hecho de no poder manejar libremente nuestros sentimientos, puede conducir a una acumulación de emociones negativas y a posibles problemas de salud mental. Además, si mantenemos la idea de que no podemos alterar nuestras reacciones emocionales puede hacer que renunciemos por completo a gestionar nuestras emociones. Estas falsas ideas pueden dar lugar a la inacción y, posiblemente, a poder tener un problema emocional de mayor gravedad en el futuro. 

Puede ser difícil identificar y rebatir estas creencias erróneas debido a su naturaleza profundamente arraigada, transmitidas por la cultura y sociedad a lo largo del tiempo. Sin embargo, si queremos regular eficazmente nuestras emociones, debemos estar dispuestos a enfrentarnos a nuestras convicciones, a nuestras ideas y creencias para poder actuar, incluso cuando resulte incómodo. Esto podría incluir pedir ayuda, tener mayor conciencia de una misma o simplemente hacer pequeños cambios en nuestro comportamiento. Reconocer nuestras creencias limitantes y pasar a la acción, puede facilitarnos el aprender a controlar mejor nuestra expresión emocional y vivir una vida más feliz y saludable. 

Las limitaciones de las creencias absolutas 

Las creencias absolutas pueden influir significativamente en la forma en que regulamos nuestras emociones. Aferrarnos a ideas rígidas sobre nosotras mismas y el mundo, muchas personas no tendrán en cuenta otras soluciones alternativas, manteniendo una dinámica relacional y resolutiva que empuja al malestar emocional, sensación de bloqueo y de escaso éxito. Desde la psicología, es importante comprender las limitaciones de tales creencias y cómo pueden obstaculizar nuestro bienestar emocional.

Uno de los principales inconvenientes de dichas creencias es que impiden el crecimiento personal. Estas convicciones crean una sensación de estancamiento e dificultan que podamos crecer y evolucionar. Por tanto, es esencial fomentar un entorno que invite a los individuos a cuestionar sus creencias absolutas y a explorar diferentes perspectivas para impulsar su desarrollo. 

Además, las creencias absolutas pueden conducir a una sensación de impotencia y abatimiento. Esto puede deberse a la idea de que las circunstancias de la vida son inmutables, empujándonos a sentir indefensión y desánimo. Desde la labor de la psicología, se busca ayudar a las personas a reconocer sus creencias, reflexionar sobre las limitaciones que pueden tener en su vida e inspirarlas a dar pequeños pasos para lograr la transformación que desean, a sentirse competentes a nivel emocional. 

¿Cómo podemos combatir los efectos de las creencias limitantes? 

Cuestionar las creencias es una parte importante del autocuidado emocional. Para empezar, podemos cuestionarnos el origen de nuestras creencias ¿de dónde vienen y en qué se basan?, ¿qué bases las sustentan?. Buscar pruebas que refuten estas creencias puede ayudarnos a ajustar nuestra forma de pensar. Además, es importante cambiar la conversación interna negativa por afirmaciones positivas, (p.e “Nada se me da bien, todo me cuesta” por “Soy capaz de aprender y desarrollarme”). Pequeños cambios en nuestra forma de tratarnos pueden tener un gran impacto en nuestro bienestar psicológico. 

Para construir nuevas creencias que generen más posibilidades, es beneficioso explorar nuevas experiencias. Esto puede ayudarnos a ampliar nuestra mirada y poder ver el mundo con una mentalidad más abierta, darnos la oportunidad de reevaluar nuestras creencias y modificarlas hacia otras más constructivas y potenciadoras del bienestar. Además, buscar la opinión de otras personas, aumentando las voces de las que obtenemos información, puede proporcionarnos nuevas perspectivas y contribuir al cuestionamiento de nuestras creencias preexistentes. Al incorporar estos comentarios, podemos sustituir las creencias limitantes por otras más adaptativas. 

Es fundamental recordar que cambiar las creencias es un proceso continuo. Requiere autorreflexión, aceptar nuevas experiencias y estar dispuesto/a a cuestionar nuestras ideas y creencias. Con este trabajo activo podemos mejorar nuestra salud mental y vivir vidas más enriquecedoras. A medida que cambiamos las falsas creencias por otras más adaptativas y útiles, podemos ser más resistentes y afrontar las adversidades con mayor resiliencia.

Desafía tus creencias limitantes: algunas ideas para practicar

Una vez detectadas tus creencias limitantes, todas las técnicas para eliminarlas se basan en desafiarlas continuamente y con constancia. La toma de conciencia de que la creencia existe y de cuál es exactamente representa una parte muy importante del trabajo. Una vez hecho, resulta útil seguir unos pasos para lograr cambiarla:

1. Tomar conciencia de los resultados que obtenemos con ella. Para saber si es una creencia limitante, es necesario entender sus consecuencias. Se puede preguntar: ¿Qué
te estás perdiendo? ¿Qué estás ganando pensando eso?

2. Darse cuenta de su intención positiva: ¿Qué hay de bueno en esa creencia que hace mantener ese pensamiento? Seguro que en algún lugar y en algún momento ese pensamiento tuvo un beneficio. Es importante que sepas qué intención positiva tiene tu creencia limitante antes de cambiarla.


3. Elegir un nuevo pensamiento o creencia potenciadora. Tiene que tener la misma intención positiva que la creencia limitante anterior. Si la anterior creencia quería proteger, es necesario que la nueva creencia potenciadora mantenga esa intención protectora.

Conclusión 

En conclusión, las creencias limitantes pueden tener un impacto significativo en nuestra capacidad para regular las emociones. Una mentalidad poco flexible o más rígida, los conceptos erróneos y las creencias absolutas pueden contribuir a invalidar nuestras emociones e impedirnos actuar. Sin embargo, al poder construir otras creencias más flexibles y precisas, podemos mejorar nuestro bienestar emocional y llevar una vida más plena. Es importante reconocer que, en el proceso de superación personal, podemos encontrarnos con contratiempos y desafíos, pero con la mentalidad y la determinación adecuadas, podemos superarlos y seguir creciendo. Recuerda, gestionar nuestras emociones es un viaje, no un destino.

En Sinergias Psicología confiamos en el poder del cambio y en el crecimiento personal como factor preventivo en salud mental. Esperamos que este post haya sido de tu interés y que lo encuentres útil. 

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